El viaje
- Por Micaela Rodríguez
- 1 dic 2015
- 10 Min. de lectura

Eran pasadas las ocho y media cuando me dirigí al baño, todavía tenía una hora para prepararme antes de ir con mis amigas. Íbamos a reunirnos antes de que me fuera de viaje, por fin conocería la ciudad de mis sueños, Paris, además estaría con mi tía y primos, los cuales no veía desde hacía ya mucho tiempo, ellos siempre viajaban, pero por fin habían decidido quedarse allí.
En fin salí de la ducha y vi las llamadas perdidas de mi mamá, ella estaba visitando a mi abuela y no volvería en otra semana pero quería saber si ya tenía todo listo y no me olvidaba de comprar nada, aunque tenga 20 ella cree que todavía soy una nena, igual me encantaba que se preocupara por mí. La llamé y le dije que estaba lista para mañana y cuando ya estuviera en el avión la llamaría; luego nos despedimos también le dije que salude a la abuela de mi parte después fui a buscar las llaves de mi auto.
Lo que me encantaba del auto era su color, turquesa, además nunca había chocado y se encontraba sin un solo rayón.
Estacioné frente del restaurant donde siempre íbamos con las chicas, estaba al final de una larga calle de arena en la playa y era el mejor de todo Santa Cruz, había vivido ahí desde siempre, aunque solo me iría por un par de semanas iba a extrañar el calor y las grandes olas de las costas de California, surfeaba desde los 8 años, ese era uno de mis pasatiempos favoritos además de dibujar, lo hacía desde que pude sostener un lápiz, sacar fotos y estar en la playa; cada 4 semanas iba, a surfear y cuando salía me sentaba a dibujar, mirando como las olas rompían contra la costa, amaba ese sonido y ver como las gaviotas volaban en el cielo, además cerca de las 5 su color cambiaba a una rosa anaranjado y era realmente hermoso.
Lo que más me emocionaba del viaje era poder ir a los museos de arte, como en 2 años obtendría mi título como profesora, ver las obras me serviría de experiencia.
Bajé del auto e ingresé a la vieja casa de comida, la cual tenía el mismo cangrejo arriba de su puerta desde que había inaugurado 10 años atrás; encontré a las chicas en la misma mesa de siempre en el balcón, ya estaban las 4 Sky, nos conocíamos desde quinto grado al igual que con Mia, en cambio a Kianna y Rachel las conocí en primer año de la secundaria, desde allí todas nos volvimos muy unidas, aunque no estudiáramos en el mismo lugar.
-Astrid ¡por fin llegaste!- dijo Sky.
-Ya pedimos una pizza- comentó Rachel.
-Perdón es que me llamó mi mamá.
-No importa, ¿ya estas lista?- preguntó Kianna
-Si, revisé todo miles de veces.
-Bueno pero cuídate y no te separes- dijo Mia.
-Ya se Mia, siempre me cuido, además les voy a hablar.
La pizza llegó media hora más tarde, charlamos de muchas cosas, los estudios, amigos, ex novios, entre mucho mas. Lo que me pareció extraño fue ver a un chico vestido de negro en la última mesa de la derecha junto a la ventana quien no dejaba de me mirarme, no le di importancia, aunque sus ojos verdes llamaban mucho la atención. Cuando eran las once me despedí de ellas, ya era muy tarde y tenía que estar a las 7:30 en el aeropuerto.
Cuando me desperté solo tenía 20 minutos, se me había atrasado la alarma, me cambie y desayuné lo más rápido que pude, 25 minutos después ya estaba formada haciendo fila para el control. Subí y busque mi asiento junto a la ventana, al menos podría ver cielo, cosa que me encantaba, el avión estaba casi lleno y las puertas estaban por cerrarse cuando de pronto el mismo joven de la noche anterior, pero vestido con una remera blanca, en vez de negra se sentó en el asiento de mi izquierda, me miró a los ojos y pude ver los suyos estaban llenos de misterio, luego mandó un mensaje con su celular en ese momento recordé que debía hacer lo mismo, así que saque mi teléfono del bolsillo trasero de mi jean y le escribí a mi madre que estaba en el avión y que estaba todo bien y le avisaría en cuando llegara.
El piloto nos dio la bienvenida y anunció el despegue, 15 minutos después ya nos encontrábamos en el aire, me puse a ver pasar las nubes ya que sería un largo viaje, por suerte las azafatas dijeron que podíamos prenden los aparatos electrónicos, así que me puse a escuchar música para pasar el rato, cerca de la una nos dieron un almuerzo ligero, pero en todo ese tiempo mi compañero de asiento no dijo ni una sola palabra y mucho menos me dedico una mirada, solo miraba su reloj, a los otros pasajeros y la película que proyectaba la pantalla que tenía en frente, mientras que yo me puse a dibujar, luego de unos 20 minutos mi misterioso acompañante desvió la mirada de su película hacia mi hoja y contemplo el dibujo por unos segundos pero no dijo ninguna palabra, luego se paro y se fue al baño; en eso revise la chaqueta que estaba en su asiento, pero no encontré nada, me hubiera gustado hacer lo mismo con su mochila pero se la había llevado al baño con él.
Intente dejar de pensar quien podía ser y sin darme cuenta me quede dormida. Cuando desperté ya era de noche y se podían ver las estrellas, miré al resto de los pasajeros y todos se encontraban dormidos, incluso mi acompañante, se veían muy cansados; al menos faltaba poco para llegar solo una hora más, así que decidí ir al baño para arreglarme, lleve mi mochila y pase por encima de las piernas del joven, quien ni se inmuto. Ya en el pequeño recinto me peine y maquille un poco, tarde unos 25 minutos para cuando salí las luces se habían prendido y la mayoría de los pasajeros se encontraban despiertos, contando a mi compañero; en cuanto me vio me dejó pasar sin decir ninguna palabra, que raro, en cuanto me senté le mande un mensaje a mi tía para decirle que faltaba media hora.
Cuando aterrizamos era una fría noche de invierno, nunca teníamos estas temperaturas en California, llegue al aeropuerto y espere por mis valijas, tardaron un rato, una vez en mis manos comencé a caminar para buscar a mi tía. Estaba repleto de gente para solo ser las nueve, me choque con muchas personas a las que no parecía importarle, hasta llegar a la salida, decidí esperar afuera y llamarle a mi primo mayor para ver por dónde venían, me dijo que le faltaba poco, así que me senté en un banco vacio. Le mande mensajes al grupo que tenía con las chicas para contarles que todo estaba bien y que más tarde les hablaría. Vi que alguien se sentó a mi lado y en cuanto lo vi, era él; era ahora o nunca, le iba a preguntar porque me seguía. Pero llego el auto y él contestó una llamada, mi tía se bajo y me ayudo a meter las valijas en el baúl, mi primo conducía y el menor se encontraba en la parte de atrás.
-Y ¿cómo fue el viaje?- preguntó Mary-ya le avise a tu mamá que llegaste.
- Dentro de todo bien, pero es muy cansador.
- Pero ¿no podías hacer algo para entretenerte?- Esta vez fue Mateo, el menor.
- Si pero nada por 12 horas es tan entretenido, dibuje, escuche música, pero no se puede hacer mucho en un avión.
- Al menos ¿te toco un compañero de asiento divertido? ¿Alguien para charlar? Ese fue Franco.
- No, no dijo ni “hola”, era muy raro.
Decidí no contarles que creía que me estaba siguiendo, porque iban a creer que era el cansancio del viaje, además no creía volver a encontrármelo en toda la ciudad; un rato más tarde ya estábamos en el edificio, era grande y algo viejo, pero se mantenía muy bien. Subimos al segundo piso, al menos mis primos me ayudaron con las valijas, suerte que no era de esas chicas que llevaban muchas cosas, solo tenía lo necesario para quedarme dos semanas, dejaron mis cosas en el comedor y nos sentamos a comer, a las 11 les dije que estaba muy cansada y quería dormir así que preparamos el colchón en el living.
A la mañana siguiente le dije a mi tía que quería ir a algún museo, así que le llevo a una oficina de turismo para que me dijeran los horarios y cómo llegar, en un mismo día podía ir a 2, Mary me llevó al primero y luego se fue a su trabajo, era diseñadora de moda y por fin había encontrado un lugar para tener su estudio, trabajaba en junto con otras 2 aprendices, pero lograban hacer unas verdaderas obras de arte.
Cuando ingrese era temprano y me alegro ver que había poca gente, era una muestra de arte moderno y abstracto, también se presentaban esculturas; una vez que recorrí todo vi que era medio día y tenía tiempo para almorzar para luego ir al siguiente museo. Luego de caminar una cuadra ingrese en un pequeño restaurant, decidí comer ligero y media hora después me encontraba sentada en una hermosa plaza, sacando fotos a las fuentes, eran muy antiguas pero estaban muy bien conservadas.
De repente sentí que alguien me tomaba de los hombros abruptamente, desconcertándome de la realidad, un escalofrió recorrió mi espalda erizándome la piel, intente gritar desesperadamente pero solo un débil hilo de voz salió de mi boca, el cual nadie podría escuchar, solo mi alma, mientras su voz ronca y amenazadora me susurraba al oído
-No grites porque esto se va a poner peor y no querrás que tú linda familia sufra ¿o sí?
Al escuchar esto no dije nada y me di vuelta lentamente cuando lo vi era él y ahí fue cuando me di cuenta que me venía siguiendo desde hacía semanas y ahora entendería porque.
Vestía completamente de negro a excepción de sus ojos, los cuales brillaban más, por el cielo gris, me condujo hasta su auto, negro, seguramente su color favorito, me abrió la puerta y la trabó en cuanto la cerró, luego recorrió el auto y se sentó del lado del conductor.
-¿Por qué me trajiste aquí? ¿Qué te hice?
- Lo sabrás cuando lleguemos.
En cuanto encendió el auto comenzó a llover, conducía rápido pero con precaución, el único sonido que se oía era la radio.
Después de un rato llegamos hasta una vieja cabaña abandonada, lejos del centro. Tomé mi mochila y antes de podar llamar por mi celular, abrió la puerta y me bajo tomándome del brazo, aplicaba presión pero no dolía; llegamos a la puerta de madera y de su bolsillo sacó una llave, la cabaña se encontraba en buenas condiciones, en el rincón había una pequeña cocina y sobre la mesa del medio había muchos papeles y fotos, algunas mías, la ropa estaba ordenada en una vieja cómoda junto a un colchón, en el otro rincón estaba el baño, todo estaba muy limpio y ordenado.
Me sentó en una silla y me ató las manos, bastante fuerte, hizo lo mismo con mis pies. Me mantuve en silencio para no empeorar la situación.
-Ahora si sabrás porque ocurrió todo.- comenzó a decir- primero te diré quién soy, mi nombre es Trevor y soy el que se encarga de obligar a que haga lo el que mi jefe quiera. Vigilo y espero hasta el momento adecuado. Te vengo siguiendo desde hace semanas, por cierto surfeas y dibujas muy bien.
-¿Y de que sirvo yo en todo esto?
-Bueno veras, tu no sirves, pero tu padre sí- dijo con un sonrisa burlona.
-¿Mi padre? Esto tiene que ser una broma-digo con sarcasmo.
-¿Por qué crees eso?- inquiere y se cruza de brazos.
-Mi padre tiene un taller de autos, y se divorcio de mi madre hace 12 años
- ¿Qué? Pero ¿él no tenía una empresa asociada a cuentas francesas?- parece sorprendido.
- No, creo que te equivocaste- le di una mirada sincera.
En eso tomo su teléfono y salió, cerrando la puerta de un gran portazo; intente mover la silla, logre llegar a la mesa y comencé a raspar la soga contra el borde, unos minutos después logre liberar mis manos e hice lo mismo con mis pies. Después busque un cuchillo en la cocina, para defenderme y me asome a la ventana, logre divisar a Trevor sentado de espaldas en el baúl de su auto, era mi oportunidad, tome mi mochila. Abrí la puerta y comencé a correr hacia la parte de atrás de la cabaña, a lo lejos se podían ver los edificios, seguía corriendo, me sentía cansada y sedienta, nunca mire hacia atrás, ya me faltaba poco cuando un auto se interpuso en mi camino, lo último que recuerdo es como caía abruptamente contra el suelo tras pasar por encima del capo del auto.
Cuando desperté estaba de vuelta en la cabaña, me encontraba en el colchón y sentía un terrible dolor en todo el cuerpo, intente moverme pero llego Trevor.
-No te mueves, no quería lastimarte, lo juro, creí que te detendrías en cuanto vieras el auto.
-Está bien no me duele, solo me arde un poco los raspones, ¿me puedas dejar volver con mi familia?, prometo no decir nada, y les diré que me chocaron en la calle, por favor.- ¿Por qué haces esto?
-Porque es lo que sé hacer, nadie le daría trabajo a un pintor que secuestra personas
-¿Eres pintor? Puedes conseguir un trabajo como profesor, en 2 años obtendré mi título y la universidad de Santa Cruz es muy buena, podrías quedarte allí y estudiar para no tener que seguir secuestrando gente.
-Pero me mataran por haberme equivocado de persona- replica.
-Podemos fingir tu muerte, en un accidente de auto, tus frenos estaban misteriosamente cortados, chocaste contra cabaña abandonada y el cuerpo no se encontró porque todo se incendió- sugiero.
-Esa no es una mala idea, pero ¿cómo volvemos a la ciudad?
-No es tan lejos- podemos ir caminando, ahora guarda tus cosas y hagamos que este lugar vuele.
-Está bien, por cierto eres Astrid -¿no?
-Si, y tu Trevor- digo.
Luego de que él guardara sus cosas en un bolso, subió al auto para hacer el plan, se alejó, cortó los frenos y trabó el acelerador, cuando estaba más o menos cerca, saltó y el auto se estrello contra la cabaña, la cual se incendio al instante.
En el camino de regreso a la ciudad nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas en común y que iría a estudiar a Santa Cruz.
Cuando entramos en la ciudad llame a mi tía para preguntarle si me podía buscar, después de un rato ella apareció, me despedí de Trevor, quien me había invitado un café al día siguiente.
En cuanto me subí Mary me preguntó porque tenía raspados los brazos, le dije que me había caído en la calle por culpa de un motociclista y que el joven me había ayudado, me creyó.
Ya era de noche cuando llegamos al departamento, decidí ir a ducharme y pensar en todo lo que había sido mi día, pero ¿quién no tiene un mal día de vez en cuando? además, de un problema puede salir algo mucho mejor y presiento que eso es justo lo que va a suceder.
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