Océano en el cielo
- Por Lucrecia Hernández
- 1 dic 2015
- 8 Min. de lectura

¿Alguna vez te sentiste perdido?¿ Pero literalmente perdido? De una forma angustiante? Y no me refiero al alcohol o ese tipo de cosas, no. Hablo de estar en un lugar y luego aparecer en otro totalmente diferente, solo y ajeno a la situación. En un frio, muy frio entorno.
No sé dónde estoy, pero ya me canse de caminar en la nieve. El lúgubre bosque de inmensos pinos se levantan formando infinitos corredores de mastodontes y el cielo como tela de vestido de gala con diamantes incrustados son testigos del contundente frio de la noche que se traga el oxígeno.
Camino hundiendo mis piernas hasta las rodillas, enterrándome como en arenas movedizas. Aun no puedo recordar como llegue a esto y la desesperación de no saber a dónde ir solo empeora la situación.
El frio se impregna en mis poros calándome hasta los huesos y dificultando la tediosa caminata a quien sabe dónde; no siento los pies, tengo los brazos violeta y unas terribles punzadas martillan mi costado derecho. Si yo hubiera sabido que iba a terminar así me habría traído algo más que solo unos jeans y una campera de algodón.
Mientras mi cuerpo se congela lentamente, parte a parte, los recuerdos comienzan a azotar mi mente de poco:
Francina y yo en Italia, nuestro primer viaje juntos después de un tiempo sin vernos. Era mi primera vez en Verona; estábamos sentados en un bar típico de la zona hablando sobre la infancia, tesoro tan lejano y cercano al mismo tiempo. Rememorábamos aquellas tardes de domingo comiendo asado y nadando en la pileta de la casa de mamá y papá. Con el preciado tango de papá de fondo y el olor de los jazmines de mamá pululando en el aire.
Mientras recordábamos, el sol de las seis de la tarde iluminaba suavemente nuestros rostros. El pelo de Fran brillaba joven y esplendoroso, y sus ojos estaban llenos de alegría. Las memorias, los adoquines de la calle, el sol y el café caliente me hacían amar ese momento.
Lo que daría por una taza de café ahora mismo, estoy tirado debajo de un árbol susurrándole agonías al cielo nocturno. Me abrazo las rodillas y cierro los ojos, se que no voy a durar mucho con este frio pero no quiero perder la esperanza. El tiempo pasa pero no lo siento, la temperatura congela mi anatomía célula a célula.
Otro recuerdo comienza a vagar por mi mente: Mi hermana y yo de nuevo, pero esta vez no en Italia sino en la calle frente a mi departamento. Estaba lloviendo y los truenos dificultaban la escucha de nuestro intercambio de insultos. Ella me decía que yo era un mediocre y que estaba perdiendo el tiempo, yo por mi parte le gritaba que era una metida y una loca
-Tomas no podes ser tan dejado!- Me gritaba
-Y vos que sabes? Desde que tenés ese trabajo tuyo no tenés tiempo para nada más que para vos!
-Por lo menos tengo trabajo! Vos al menos sabes que vas a hacer de tu vida? Ya no sos un pendejo, tenés veintiséis años! Crecé!- Sentenció antes de meterse en su auto e irse
Después de eso no me llamó ni yo a ella, no vino a verme y yo no pensaba moverme del departamento. Que idiota, desperdicié tres años de mi vida haciendo absolutamente nada! Que lastima que tuve que llegar a esto para darme cuenta… acá, solo y muriendo lentamente, me hace falta Francina.
La noche se hace cada vez más densa y si es que es naturalmente posible, más fría. No sé si estoy loco pero creo que escuché aullidos… rezo por estar loco y abro los ojos: Observo, ahí en el medio de la nieve hay una bestia majestuosa. Se ha erguido imponente y le canta al cielo sus lamentos con voz potente y profunda.
El pelaje en tonos marrones me recuerda a la tierra húmeda del verano… tibia. No me ve, no todavía, no hasta que inconscientemente muevo mi mano para sacar la capa de hielo que cubre mi nariz. Gira y me observa… creo que nunca en mi vida me habían mirado así, sus ojos amarillos penetran la armadura de mi ser, profundos y regodeantes de vida salvaje.
Estoy tan interiorizado en sus iris dorados que no me doy cuenta que se ha puesto en posición de ataque y me enseña los colmillos, yo estoy paralizado -no solo por el frio- y con los ojos muy abiertos aterrado de lo que pueda pasar. Por mi mente navegan perturbadoras secuencias violentas como navío en aguas turbias. Hace un imponente paso al frente y parece que el suelo vibra… cierro mis ojos y me preparo para lo que viene. Los segundos parecen años y cuando mis parpados temerosos suben, se ha ido.
Ya no siento el cuerpo, no sé cómo es que sigo vivo pero mi esperanza se está evaporando. Recuerdo al lobo y miro al cielo en busca de la luna… pero me doy cuenta que la bestia le ha sido infiel con algo mucho más bello: El océano en el cielo. El oleaje viene y va mojando a las estrellas en colores, y allá lejos, parece que la majestuosidad misma decidió besar las montañas.
Imponente, magnifica; había oído de su existencia pero nunca la había visto… puedo decir que te llena el alma y te emociona, toca tus sentimientos y te hipnotiza.
Y así, e a poco, mis ojos se van cerrando nuevamente con la intensa danza que la aurora hace al ritmo de la naturaleza… rebelde y mágica. Y creo que ya no estoy perdido, que no me gustaría abandonar esta vida de otra manera. Que el drama y la belleza se han fundido con el frio y la oscuridad… envolviéndome.
Cómo? No sé, pero despierto. Me hayo en el mismo lugar, en la misma posición, pero ya no tengo tanto frio. Muevo lenta y pesada la mano que cae rendida sobre una superficie irregular y tibia. No puedo creer lo que pasa… si es que no estoy alucinando. No uno sino tal vez cinco me rodean, salvándome la vida; su calor corporal es la única razón por la cual mis pulmones aún no se han congelado del todo. No sabrían lo que se siente, no hasta vivirlo. El estar muriendo lentamente de frio, al límite del colapso físico y mental, sin señales de esperanza y sin sentir el cuerpo. Y que de repente, de la nada, el universo se haya apiadado y haya enviado a los ángeles, salvadores.
Estiro la mano un poco mas y acaricio el pelaje en eterno agradecimiento , veo los últimos pasos del oceano en el cielo y sonrió. Como puedo, y tiritando, susurro: Gracias.
Hemos estado buscando sobrevivientes por días, nos alejamos del perímetro establecido por mi decisión. Tengo que volver hoy con la conciencia limpia, sabiendo que busqué a fondo. Son las diez de la mañana y el frio s burla del calor del sol.
-Si había huellas el viento y la nieve las borraron!- Grita mi compañero debajo de lo abrigos caminando detrás de mí con el forense
-No importa! Hay que seguir un poco más! Tengo el presentimiento de que hay algo cerca!- Le respondo
Elemental, un rastro de sangre se extiende por el camino y se pierde en el bosque. Le aviso al resto del equipo y corremos siguiendo el rojo vivo en la nieve. De repente nos detenemos en seco… la imagen más emotiva y bella se haya frente a nosotros.
-Que el forense saque una foto- Susurro
La foto es tomada y los lobos despiertan, se mueven agresivos y lentos, fascinado observo como se han puesto de pie protegiendo el cuerpo.
Uno de mis compañeros logra sacar un arma y hace un disparo al cielo para espantarlos. Corremos en busca del cuerpo…
-Tiene pulso!- Grita el médico y da la señal para que lo coloquemos en el trineo que luego arrastramos de vuelta a la base.
Ya pasaron veinticuatro horas y el “hombre lobo”, como lo llamamos con el equipo, ha despertado. Me acaban de informar que debo ser yo quien le explique su situación… es duro, no me gustaría estar en su lugar.
Despierto y no tengo frio, trato de asimilar lo que pasa… estoy en lo que parece un hospital… o una carpa. La cabeza me explota, aun así escaneo el ambiente en busca de algo que me ayude a entender. Un hombre alto, delgado y con expresión seria y dura me observa atento.
-Hola- me habla con un acento raro y no respondo- Soy el capitán del equipo de rescate dela seguridad rusa- Afirma emanando autoridad
-Rusa?- Pregunto todavía más confundido
-Señor Ferreira, usted es el único sobreviviente del vuelo 325 con rumbo a Italia.
Y eso es todo, en un milisegundo todas las imágenes llegan a mi memoria como un violento golpe:
Yo había viajado a Australia de vacaciones con unos amigos, durante el viaje me había contactado con mi hermana y habíamos quedado de acuerdo en que volviera a Italia a visitarla y arreglar las cosas. Iba a ser un reencuentro luego de tres años sin vernos ni hablarnos… pero mi vuelo salía un día después del de mis amigos así que viajé solo.
Estaba sobre el avión cuando comenzaron las turbulencias y unos segundo más tarde caíamos en la desesperación y el terror de estar cayendo al vacío. Y luego todo se desvaneció.
-Todo tiene sentido- Susurro observando mi cuerpo. Los brazos no estaban violetas por el frio… estaban quemados y en carne viva, los pies vendados y sangrando y todo dolía.
-El frio congeló las hemorragias y te durmió un 90% del cuerpo, tienes dos costillas rotas, los brazos quemadas, los pies completamente mutilados, una contusión por lesión craneal y pérdida de memoria, hipotermia y bueno… tu cara…- Me alcanza un espejo y me observo: Estoy desfigurado, quemado y cortado por todas partes.
-Si sirve de algo, es un milagro que esté vivo, se arrastró casi dos kilómetros dentro del bosque luego de la caída y si no hubiera sido por esos animales habría muerto de hipotermia.
Entonces fue cierto! Los lobos me salvaron la vida y ese hermoso momento al borde de la muerte fue real… ese momento mágico fue real… y voy a atesorarlo para siempre, porque fue mío.
-Descanse “hombre lobo”, mañana vamos a trasladarlo- Me dice y deposita una fotografía sobre la camilla- Esa está en todos los diarios y noticieros- Deposita otra- Esa es suya- Y así, con esas palabras me deja solo.
Miro las fotografías: la primera es del avión destrozado y encendido en llamas y mi cara a un costado con un título en ingles que decía “El único sobreviviente”, la segunda? Ese maravilloso y nefasto momento plasmado en una foto… los lobos, el frio, el bosque y yo. En lo que fue tal vez la peor y la mejor noche de mi vida.
Ha pasado una semana, ya contactaron a Francina y según me dijeron ya está por llegar. Observo el techo blanco del hospital, aún estoy destrozado, pero las heridas sanan rápido. Un carraspeo interrumpe mi reflexión y el enfermero deja que mi hermana entre en la habitación.
Tiene ojeras y los ojos llorosos, su expresión derrama tantas cosas junta que es imposible asimilarlas rápido. Nos quedamos ahí, en silencio… dejamos que el miedo, la preocupación y el sentimiento de extrañar a quien más amas en esta vida llenen el ambiente.
Corre y me abraza… le devuelvo el abrazo y lloramos, ambos. Le doy un beso en la frente y la miro a los ojos.
-Te amo- Me dice
-Yo también te amo hermanita- La abrazo más fuerte y sonrío. Creo que a partir de hoy las cosas van a ser diferentes… porque luego de tanto por fin entiendo el valor de la vida.
Ojala no tengan que llegar a vivir lo que yo viví para entenderlo, ojala puedan abrir esos ojos ciegos y darse cuenta que hay que aprovechar el tiempo. Que las cosas bellas también están en lo pequeño. Que el odio, las guerras, o un simple insulto son cosas inútiles que lo único que hacen es separarte de lo maravilloso y espectacular de la vida y todos aquellos con quien podes vivirla.
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